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CUENTO




NADA ES LO QUE PARECE

Un día común y corriente para todo el mundo, pero no para ella. Este día determinaría su vida. - Dios escribiría un nuevo libro en mi vida -. Pensaba Jimena, una chica de 19 años, hermosa, sencilla, humilde… Ingenua un poco, o al menos cuanto se puede cuando se ha vivido en un pueblo lejano a las grandes urbes.

Había tomado la decisión de huir de la vida que hasta ahora llevaba; rodeada de malos tratos, de humillaciones, de pasar necesidades, de ver un mundo sin oportunidades. La única salida era aquel bus destartalado que salía de ese pueblo todos los domingos a las 6 de la mañana; cuando el alba apenas se asoma. Unos cuantos pesos y una bolsa de rayas con ropa, un papel arrugado y sucio donde escribió el número de su prima Vanessa, la única familiar que tenía fuera de ese pueblo y la cual le brindaría una morada en aquella ciudad a la que se enfrentaría.

Ya en el bus, su mente se liberó y se dejó llevar por sueños que deseaba que fueran ahora su futuro, estudiar en la universidad, conocer a alguien especial que la respetara y amara como nadie lo había hecho antes. No parece tan ambicioso pero lo significaba todo para ella.

Al llegar al terminal y al descender, algo la invadió, un frío la recorrió. No era sólo la temperatura de la capital, era que sabía que, desde ahora no habría vuelta atrás. Aun así, una felicidad prematura ella sintió… como si lo que soñamos empezó de repente y estamos ahí como protagonistas.

A lo lejos, un grito apenas se escuchaba entre la multitud y el escándalo de pitos, motores de buses, vendedores y regateadores. Era Vanessa, su prima, emocionada de tener ahora en su casa una cómplice de aventuras.

Vanessa se vino a probar suerte mucho antes que Jimena. Estudiaba en la universidad y trabajaba en un call center para ganarse la vida. Conocía muy bien la ciudad y sus mañas. Al estar sola tanto tiempo sin que nadie la guiara, hizo que su rutina se convirtiera en rumba y vida mundana.

Jimena  la reconoció y  corrieron la una hacia la otra. Aquel papel arrugado cayó olvidado en el piso. Ahora no estaba sola. Tanto tiempo sin verse, sin hablarse, tanto que contar y Vanessa afanada dice.  Vamos rápido prima, vamos a la casa. Tienes que cambiarte y arreglarte porque hoy es viernes. Y sabes qué significa, no? -. – Ay no… yo no voy a cocinar hoy-. Dice Jimena. Vanessa suelta una carcajada. – ¡No boba! Vamos a una súper rumba con unos amigos de la U… desde ahora tú y yo seremos hermanas-.

Llegaron a la casa. Jimena no podía imaginar cómo alguien podía vivir entre tanto desorden. El aire era pesado, vasos con colillas de cigarrillo, todo estaba empolvado, montones de ropa sin lavar, la cocina con aquella vajilla desportillada, y con restos de comida que se sirve sobre otra; - pero bueno… Nada que no tenga solución-. Pensaba Jimena.

Cansada como estaba, se alistó para irse con Vanessa al encuentro nocturno. No necesitaba mucho arreglo para quedar deslumbrante. Obvio, su prima le prestó algo de ropa para no desentonar.

Saliendo de casa para el sitio de encuentro, Jimena notó que enfrente alguien las miraba; y dijo  Oye Vanessa…  y ese que nos mira desde la ventana de enfrente… quién es?-.  - Ese es un retrasado…  se llama Camilo, pero es el hermano del chico más atractivo de todo el barrio -.

Camilo es un muchacho de 18 años,  sufre de autismo, está postrado a una silla de ruedas. Por su condición, vive en  un mundo entre lo real y lo fantástico. Vive con su hermano mayor Lorenzo,  quien se hizo cargo de él desde que tenía diez años cuando sus padres murieron. Les dejaron esa casa desde la que a diario se asoma en el tercer piso para untarse de la realidad. Su mundo de fantasía   era macabro y triste. Camilo ha tenido que ver en primera fila las aberraciones de su hermano  Lorenzo.

Cada que su hermano sale y queda solo en casa, su mente le juega pasadas. Siente miedo porque piensa que en cualquier momento llegará el lobo a destripar ovejitas. Su cuerpo no deja de pendular y sus manos de  frotar... y su mirada que no se fija en ningún punto.

Jimena y Vanessa llegan al bar. Como era de esperarse el ambiente era un poco
pesado.- pero está bien -. Piensa Jimena. Con la música metal a todo volumen hablar es casi imposible. Hechan un vistazo y Vanessa reconoce a sus amigos, los cuales presenta a  Jimena. Era de esperarse que los hombres quedaran deslumbrados por la belleza de Jimena. Con un poco de pena pero bien disimulada los saluda. Al inclinarse para hacerlo nota que en una mesa hay un hombre que está solo. Cuando lo ve, se  queda lela y ya no hay música en sus oídos, ya no hay más que ella y aquel tipo. Una mano pasa frente a  sus ojos varias veces. Vuelve en sí… y dice Vanessa.- Despierte mijita…- Con un gesto burlón. Todos caen en cuenta de quién se trata y Vanessa responde.- Él es Lorenzo, el hermano del bobito que te miraba en la ventana frente a la casa. Es un churro, aunque es un poco raro. Casi nunca comparte con nosotros, sale con otras chicas que conoce porque lo buscan, las invita a un trago y  logra que se vayan con él. Es todo un DON JUAN.- y tú has tenido algo con él.- pregunta Jimena. No. Ninguna de las compañeras de la U ni yo hemos podido estar con Lorenzo. “Es una lástima que no nos para bolas”. Me tocara irme del vecindario y matricularme en otra universidad a ver si así me voltea a mirar-.

Claro… Lorenzo era todo un Don Juan en el bar. Lo que nadie sabía era lo que sucedía cuando las llevaba a su casa. Trataba de continuar la fiesta, ponía música a alto volumen, encendía la chimenea y se servía licor. Sin que las chicas se dieran cuenta, vertía un líquido inodoro e incoloro en su bebida. El accionar era infalible, la persona empieza a sentir que se cuerpo no responde, las extremidades hormiguean, el cuerpo se desvanece, pero la mente queda clara y despierta.

Cuando ya el bebedizo alcanza su propósito, se escucha el rechinar de unas llantas, como si se tratara de un viejo triciclo oxidado. Es Camilo, traído por su hermano Lorenzo frente a la víctima. En eso, Lorenzo saca de un baúl viejo que sus abuelos le dejaron, unos guantes, un cuchillo, un bisturí, unas pinzas, un balde y un trapero. La expresión de la mirada de cada chica que llevaba era la misma… Unos ojos que quisieran hacer lo que en el momento el cuerpo no es capaz.

Camilo es obligado a mirar cada tortura, cada abuso. Sin poder evitarlo, se dibuja en él una sonrisa causada por la discapacidad. Esto parece agradarle a Lorenzo, pues es como su fetiche. Allí es donde la pesadilla de Camilo cobra vida.

Jimena pide a Vanessa que le presente a Lorenzo. Y se sorprende al ver que él viene hacia ella.  Me llamo Lorenzo.- dice con voz fuerte al oído de Jimena y rozando brevemente su espalda. Jimena no puede ni responder, realmente esta persona la impacta. Pero se sentía rara… Atraída pero rara. No sabía explicarlo, pero era más la sensación de gusto hacia él, que no puso más reparos en eso.
La mirada de todos se posó en los dos. Sobre todo la de una persona en un rincón del bar. Apenas se asomaba su perfil. Era Andrés, un estudiante de criminalística de la misma universidad de Vanessa, muy apasionado y hasta paranoico. Alguien que no veía con buenos ojos lo que acababa de suceder, aun desconociendo el trasfondo de la vida de Lorenzo. Pero algo le decía que algún día sería famoso por sus labores como investigador y que allí iba a encontrar una fuente.




Luego de esta noche Jimena coincidió muchas veces con Lorenzo para verse y hablarse.
Jimena logró vincularse a la universidad con un programa de becas para desplazados, al cual aplicó adulterando unos documentos.
A diario salía de casa y saludaba con un beso a la distancia a Camilo. La sonrisa de Camilo se dibuja una vez más, pero esta vez su mirada no se perdía… Ahora tenía un punto fijo.

Jimena comenzó a sentir empatía con camilo, le parecía un muchacho tierno y ahora que se hablaba con Lorenzo, pensaba.- Algún día voy a hablarle, a jugar con él, a consentirlo, se debe sentir igual que yo en aquel pueblo, viviendo prácticamente solo y creando sus propios sueños.

Una noche en el bar quedaron de encontrarse Lorenzo y Jimena, pero ella brilló por su ausencia, ya que, al salir hacia el bar, vio como de costumbre a Camilo asomado en la ventana del tercer piso, pero esta vez la ventana estaba abierta. Pues Camilo estaba tratando de subirse a ella concentrando toda la fuerza en sus brazos.
Jimena le gritó -¡ Qué haces Camilo!-. Y corrió inmediatamente. De pronto del cuello de Camilo se soltó un llavero en forma de gargantilla hecho en cruces y en ellas unos nombres de mujeres grabados que cayó a la calle. Jimena tomó el llavero y entró a la casa, subió rápidamente y tomó a Camilo para ayudarlo a bajar. Luego de un breve regaño por lo sucedido y sin mediar más palabras, Jimena queda extrañada de ese llavero tan peculiar.

Aprovechó para observar la casa y se dio cuenta que al igual que la casa de su prima ésta necesitaría algo de atención en el orden y en los olores que expedía. Ella creía que era normal ver algo así y más en un joven de 25 años, soltero y con la responsabilidad de un hermano que jamás diría nada, ni se quejaría por eso.
Jimena se quedó hablar con Camilo. Era el único que hasta el momento la escuchaba sin objeciones… solo escuchaba. Se sentía agradable. De pronto se le olvidó la cita con Lorenzo y  preparó una cena para ella y para Camilo. Se sirvió un vaso de agua en una de las copas que Lorenzo usaba para sus víctimas y Camilo de un zarpazo  se lo botó al piso e hizo un gesto de ceño fruncido. Jimena no lo tomo a mal, solo pensó que era jugando y continuó. Entre tanto, Lorenzo ofuscado en el bar, no desaprovechó la oportunidad para hacer de las suyas. Nuevamente, envolvió a una chica hermosa,  la invitó a que se sentara con él a tomar algo y hablar.  Luego de un rato le pidió que se marcharan a su casa…

Andrés observo la actitud de Lorenzo y lo siguió. En eso, Jimena ya se había ido a la casa de Vanessa. Prácticamente se cruzaron. Lorenzo entro con la mujer y Andrés se quedó inspeccionando.
A la mañana siguiente, Lorenzo salió de la casa para la universidad, pero de allí nadie más salió. Aquella chica no la vio más. Sin saber quién era, ni de dónde había llegado, esto quedó solo como una situación sospechosa.

Cuando hubo la oportunidad, Lorenzo y Jimena se encontraron en la universidad y Jimena le contó lo sucedido con su hermano Camilo. Lorenzo sintió un frio que le recorrió todo el cuerpo, como  el que Jimena sintió aquel día al descender del bus. Insistentemente preguntó a Jimena por lo que hizo en la casa y por lo que vio. Obviamente lo hacía ver como una  preocupación por el desorden y demás. Jimena se extrañó y aprovechó para preguntar por el llavero de Camilo y las  inscripciones que tenía.-¿Qué significan?-. Preguntó.- Lorenzo respondió.- Si quieres vamos esta noche y te muestro un álbum de fotos con mis primas. Es que también les gusta este cuento del metal-. -. Bueno entonces nos vemos en la noche -. Contestó Jimena.

En casa, Lorenzo advierte en tono burlesco a su hermano Camilo que en la noche le traerá a su noviecita Jimena. Otra vez, la mente de Camilo se revuelve hasta el punto de creer que estallará. Trata de imaginar algo más pero es su realidad. En el bar, Lorenzo y Jimena se encuentran para salir rumbo a la casa. Andrés como siempre muy pendiente de la situación procede a seguirlos. Está lloviendo. Lorenzo le presta el gabán a Jimena.

Estando dentro de la casa Jimena observó el baúl que estaba entre abierto y de él salía un olor fétido. Lorenzo dijo. no te preocupes es que ahí se metió un ratón la otra vez y le coloque unas trampas, por lo visto cayó. ¿Quieres tomar algo? .- Cambia la conversación inmediatamente Lorenzo.

Jimena no responde a nada, está confundida y nerviosa, siente que se eriza su piel. Igual le recibe el trago. Pero entonces es cuando recuerda la actitud de Camilo cuando ella fue a tomar el vaso aquella vez y prefiere fingir tomarlo. Su reacción sin pensarlo fue quedarse quieta.
Lorenzo supuso que la bebida había hecho efecto y empezó a cambiar su actitud. Empezó a reírse como loco y lamió su cara y le dijo.- Por eso me meto con desconocidas a ti nadie te buscará, porque tu prima también desaparecerá.
Como quien toma un placebo,  Jimena realmente estaba inmóvil, el horror se apoderó de ella y ahora escuchaba el rugir de las llantas de la silla de rueda de Camilo, para que presenciara el asesinato y  violación de Jimena.

Camilo aterrorizado de lo que le iban hacer a Jimena, espera  que su hermano se acerque a él y justo en ese momento poderlo golpear, dando tiempo a que reaccionara Jimena, que se encontraba aún en estado de shock.
De pronto, Jimena reaccionó. Camilo aprovechó y realizó el plan, empujó a Lorenzo muy fuerte contra la pared, y empiezan a forcejear arrojando por las escaleras a Camilo, dejándolo letalmente herido. Jimena asustada, busca en el viejo baúl algo para defenderse, y encuentra toda la herramienta con la cual Lorenzo cometía sus asesinatos. De allí saca el cuchillo con el cual se defendería, sin contar que Lorenzo se hallaba a sus espaldas. La tomó por el cuello asfixiándola, mientras susurraba en su oído lo bien que se sentía al verla sufrir. Mientras Jimena perdía el conocimiento, ocurre algo inesperado. Andrés, quien investigaba a Lorenzo, lo golpeó fuertemente en la cabeza, liberando a Jimena de la muerte. Ella cayó al suelo en un estado de crisis y reaccionó empujando  a Andrés  y atravesando el cuchillo en su espalda con toda su furia, una y otra vez, impregnando el gabán completamente de sangre sin consciencia alguna.

Al reaccionar Jimena, se dio cuenta del error que había cometido, suplica perdón a Andrés debido al desenfrenado acto de violencia.

Llena de ira, nuevamente se acercó a Lorenzo quien paralizado al ver que Jimena se acercaba con su mirada desequilibrada y rostro transformado, vistiendo su gabán, el cual estaba cubierto en sangre, sintió un escalofrío igual al de sus víctimas, permitiendo a Jimena arrebatar su vida lenta y dolorosamente, como si el destino cobrara cada una de las vidas arrebatadas por él.

Jimena, al terminar el acto asesino, se dirigió a donde Camilo, con lágrimas en sus ojos por aquella situación. Al verlo tendido sin vida, le dio un beso en su frente y susurro, - " Te he liberado de aquel lobo…"




Jimena era consciente que no podía dejar evidencia de aquel acto desenfrenado, entonces prendió  fuego a la casa y dio por terminado el ciclo de muerte que se había desatado en aquel lugar.


Desde entonces aquella chica inocente, se había convertido en una heroína silenciosa, de la cual solo se tuvo evidencia de aquel gabán teñido en sangre...






  

  











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